Los funcionarios se han comprometido a sorberse los mocos en vez de usar pañuelos. Esto ahorrará al estado diez millones, pero ha tenido el desafortunado efecto secundario de convertir a los funcionarios en superhombres que ya no necesitan ingerir alimentos y que son inmunes a todas las enfermedades conocidas. Por suerte, no son inmunes a las balas y hemos podido matarlos a todos. No habían hecho nada, estaban en sus puestos de trabajo, pero por si acaso.
Álex Garrido
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